«El cero El anciano extendió su bastón y toco uno de los gigantescos unos. Enseguida empezó a encogerse, hasta que estuvo, cómodo y manejable, a la altura de Roberto. -Bien, calcula. -No sé calcular-afirmó Robert. -Absurdo: 1-1= -Uno menos uno es cero -dijo Robert-. Está claro. – ¿Ves? Sin el cero no es posible. -Pero ¿para qué hemos de escribirlo? Si no queda nada, tampoco hace falta escribir nada. ¿ Para qué un número aposta par algo que no existe? – Entonces calcula: 1-2= -Uno menos dos es menos uno. -Correcto. Solo que…. sin el cero, tu serie numérica tiene el siguiente aspecto …4, 3, 2, 1, -1, -2, -3, -4…. “La diferencia entre 4 y 3 es uno, entre 3 y 2 otra vez uno, entre 2 y 1 otra vez uno, ¿y entre 1 y −1?” –Dos –aseguró Robert. –Así que tienes que haberte comido un número ente 1 y −1. –¡El maldito cero! –exclamó Robert. –Ya te he dicho que sin él las cosas no funcionan.

Hans Magnus Enzensberger: El diablo de los números, Siruela 1997«